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Doctora en Historia, UNAM. SNI Investigador Nacional, nivel II. Especialidades: Historia de la iglesia y de las instituciones educativas en Hispanoamérica, siglos XVI y XVII e Historia política de la iglesia, siglo XVI y XVII.
[toc] => Agradecimientos
Introducción
La legislación conciliar y los primeros proyectos en Lima y México
El seminario en la legislación conciliar
Los proyectos en México y Lima antes de los seminarios
Los ministros reales y la reorganización de la iglesia del Perú, 1563-1583
Los años sesenta: el despliegue de la autoridad real
El virrey Toledo y su proyecto para Cuzco
Fray Pedro de la Peña y la reforma parroquial en Quito
La iglesia en Santa Fe y el colegio tridentino
Colegios del concilio limeño, 1583-1606 .
El seminario en los terceros concilios de México y Lima
El colegio de los Charcas y la independencia del obispo
Estudiar en tierra de guerra: Santiago y La Imperial
Los jesuitas y los seminarios tridentinos
Lima: entre los virreyes y la Compañía de Jesús
La Compañía y los nuevos seminarios de Quito, Bogotá y Cuzco
Santa Catarina Mártir en el Tucumán
Los cabildos y los seminarios de Perú y Nueva España
Los cabildos eclesiásticos y los terceros concilios
El cabildo de Charcas y el seminario de Santa Isabel de Hungría
El obispo del Paraguay y el colegio michoacano de San Nicolás
Tres colegios novohispanos: Guadalajara, Guatemala y Puebla
El antiguo colegio de Guadalajara
Guatemala: de colegio particular a seminario tridentino
El colegio de San Pedro, seminario de la diócesis de Puebla
Conclusiones
Fuentes y bibliografía
Anexo documental [free_reading] => Los seminarios conciliares fueron colegios diseñados por el Concilio de Trento (1545-1563) como residencias de jóvenes que se dedicarían al sacerdocio. Según se ordenó, debían ser pagados con dinero propio de la iglesia, o como se decía entonces, con "rentas eclesiásticas", y estar bajo la dirección de los obispos; éstos tendrían a su cargo el gobierno, la administración, la selección de los estudiantes a quienes darían las becas y todo lo relativo a las clases y el estudio. Siguiendo los esquemas tradicionales de la historia institucional, la historiografía de corte religioso del siglo xix, e incluso del xx, construyó una imagen estática de los seminarios y los mostró como las instituciones que hoy existen o, cuando más, corno aquellas que dibujan las constituciones y estatutos. Al mismo tiempo, esa historiografía los definió exclusivamente como escuelas para la formación de sacerdotes, les atribuyó por ello características específicas y un determinado funcionamiento. Por ejemplo, Carlos Salinas Araneda, quien analizó el colegio de Santiago de Chile, concluyó que en él se debieron dar lecciones de derecho canónico, pues éste "era indispensable, por lo menos en forma elemental, para la formación del clero secular"? Para Salinas, de no impartirse ese saber, la institución no habría cumplido su función y, por tanto, en realidad no habría sido un seminario conciliar. Otra consecuencia de concebirlos sólo como escuelas para la formación de clérigos es la escasísima atención que han recibido los colegios creados en el siglo xvi, pues sólo se alude a ellos como a los antecedentes. Ello porque, sólo hasta el siglo xviii, la mayoría de los seminarios tuvo edificio propio, estatutos, diversas cátedras y un nutrido número de estudiantes y profesores; es decir, que sólo hasta ese entonces es claro que allí se educaban sacerdotes y, por tanto, los colegios cumplían con la labor que les impuso el Concilio de Trento y con la que, para aquella historiografía cobran pleno sentido. Para superar esas visiones y poder avanzar en la definición de estos colegios se requiere estudiarlos como a instituciones históricas, prestando atención a los tiempos, a los lugares en que se establecieron y a los fenómenos de mayor envergadura que los atravesaron. Una posible vía, la que yo he elegido, es volver a preguntar por el significado de su creación en América, por cuáles pudieron ser los motivos de los esfuerzos hechos para conseguir su fundación, sobre todo porque en algunos lugares debieron competir con universidades y colegios jesuitas, mientras que en otros, tuvieron que hacer frente a los obstáculos que imponían la pobreza y la violencia de la tierra. Como podremos constatar en este libro, los seminarios conciliares fueron instituciones inéditas, propias del Estado Moderno. Con anterioridad, la iglesia se había preocupado por la educación y la disciplina del clero, y era común que en las catedrales se impartieran lecciones y organizaran escuelas.' Aunado a ello, entre los siglos xv y xvi el número de colegios y universidades en Europa aumentó sustancialmente, en respuesta a la creciente necesidad de personal calificado para nutrir el aparato burocrático de las monarquías en plena expansión. Con todo, el papado, los monarcas y los obispos insistieron en la creación de los seminarios, pues, a diferencia de las tradicionales escuelas catedralicias, las universidades y otros colegios, éstos permitirían profesionalizar la labor del clero, al institucionalizar y uniformar su educación. Además, gracias a ellos, el obispo podría contar con un cuerpo de jóvenes clérigos que le deberían su formación y su lealtad, y con quienes tendría la oportunidad de crear un estrecho vínculo, así como con sus familias, reafirmando su papel de protector, guía espiritual y moral del pueblo. Así, los seminarios fortalecerían a los obispos y sus catedrales, organizando en torno a ellos a la sociedad y al resto de los cuerpos de la iglesia. Característica que, a mi parecer, hizo que la Corona española los adoptara rápidamente y promoviera su creación allí donde era necesario que los obispos, y la iglesia en general, apoyaran el incremento de la autoridad del rey, favorecieran la colonización, su avance y la explotación de las riquezas. De esta forma, me parece que la fundación de seminarios prometía contribuir al dominio de la tierra y a la centralización del poder temporal y espiritual, lo cual explicaría, en buena medida, el importante número de fundaciones durante el siglo xvi y su asiento en ciudades apenas nacientes y "sin local adecuado, sin rentas, sin maestros y aun sin alumnos", como apuntó Toribio Medina." Así, en este libro estudio, el proceso de creación de los primeros colegios tridentinos fundados en América - ocho en el virreinato del Perú y tres en el de Nueva España -, con la intención de avanzar en el significado de su creación. No se trata de una historia de la vida de estas instituciones, sus rectores, catedráticos o alumnos, sino de las circunstancias políticas y sociales en las que se crearon y las características que debieron adoptar durante sus primeros años de funcionamiento. Con ello en mente, en este libro se detalla y compara la organización que tuvo la iglesia en Guadalajara, Puebla de los Ángeles, Guatemala, Santa Fe de Bogotá, Quito, Lima, Cuzco, La Plata" el Tucumán argentino y las iglesias chilenas de Santiago y La Imperial, para tratar de determinar cuáles fueron los obstáculos y cuáles las ventajas que tuvieron los seminarios; es decir, cuáles fueron los intereses y los fenómenos que condicionaron su implantación en Indias. De este modo, y según las características de cada una de las diócesis, hablaré sobre las órdenes religiosas mendicantes, los jesuitas, los cabildos de las catedrales, los encomenderos, los oficiales reales, los indios en pie de guerra, la riqueza y geografía de las diócesis, las políticas de la Corona, la fortaleza de los obispos y su capacidad de respuesta frente a esas autoridades temporales, corporaciones y grupos; esto es, intentaré dar cuenta de cuál fue la organización y el equilibrio, o pugna, de los poderes que condicionaron las fundaciones y, luego, definieron los colegios." La fundación de seminarios puede ser explicada atendiendo al estudio de factores de diverso orden, como, por ejemplo, la obligación del rey de dar instrucción a sus súbditos, el celo de los obispos por obedecer el mandato del Concilio de Trento, su deber de cumplir con la tarea pastoral de formación y educación del clero o por el compromiso de hacer una obra de misericordia: "enseñar al que no sabe". Sin minimizar esas posibles miradas, mi interés, como he señalado, es analizar los colegios como proyectos políticos destinados al incremento del poder de la Corona y de la iglesia secular, insistiendo en la necesidad de dejar de concebirlos sólo como centros de instrucción. Al mismo tiempo, deseo llamar la atención sobre las transformaciones que debieron sufrir las disposiciones del Concilio de Trento en su proceso de adaptación a las circunstancias políticas y sociales de las distintas diócesis americanas. Ahora bien, para cumplir con los objetivos que me he planteado decidí dividir mi exposición en seis grandes apartados. El primero, de carácter introductorio, inicia con la legislación conciliar, para dar cuenta de la originalidad del proyecto tridentino, y cómo y por qué debió transformarse en los primeros concilios provinciales de México y Lima. A continuación, expongo de manera general cuáles fueron los poderes con que debieron competir los obispos americanos y sus primeros intentos por crear centros para la formación de clérigos, tanto en Nueva España como en Perú. El segundo apartado estudia las primeras fundaciones en Quito, Cuzco y Santa Fe de Bogotá, para así mostrar cómo el rey promovió la creación de estos colegios para ayudar a la pacificación del territorio, su mayor control y explotación económica. En el tercer apartado se trata sobre los colegios de Charcas, Santiago de Chile y La Imperial, y está centrado en el decreto del tercer concilio limeño para la fundación de seminarios, pues en él se estableció un método de financiamiento que permitió el crecimiento continuo del número de colegios, por lo menos, hasta el siglo xviii. Por su parte, el cuarto apartado se refiere a las relaciones entre los jesuitas y los seminarios tridentinos, y allí se analizan las fundaciones en Lima y el Tucumán argentino, así como las refundaciones en Quito, Bogotá y Cuzco, cuyos colegios fueron dados en administración a la Compañía de Jesús. El quinto apartado aborda las pretensiones de los cabildos catedrales de Nueva España y Perú por utilizar los seminarios, convirtiéndolos en escuelas para la formación de mozos de coro y servidores de la catedral. Problemática que se ilustra con el caso de Charcas y con los intentos que se hicieron para convertir el colegio michoacano de San Nicolás en un tridentino. Finalmente, este libro concluye con el estudio de tres colegios novohispanos; primero: Guadalajara y Guatemala, cuyas fundaciones se asemejan a las de los iniciales seminarios peruanos, pues se vinculan con los proyectos regios de reforma de la iglesia indiana de los años sesenta del siglo xvi y, por último, trato sobre la fundación del colegio de San Pedro, creado a mediados del siglo xvii en la ciudad de Puebla de los Ángeles por el obispo Juan de Palafox. Como es claro, esta fundación se da fuera de los límites temporales que me impuse, pero considero que es importante incluirla, pues impulsó la creación de colegios en Nueva España en la segunda mitad del siglo xviii además, recoge muchas de las problemáticas estudiadas y permite confirmar que, más que sólo escuelas para clérigos, los seminarios llegaron a ser los cimientos de la iglesia indiana. El libro se acompaña de una nutrida bibliografía que responde a la amplitud geográfica del tema y de las problemáticas estudiadas, así como de un anexo documental, también extenso. Todo lo cual tiene por objetivo facilitar el estudio comparativo de estas instituciones y permitir una mejor comprensión, así como la formulación de nuevos problemas históricos en torno al tema. Antes de iniciar, quisiera presentar brevemente algunos datos cuantitativos sobre los colegios americanos que estudiaremos y sobre las fundaciones realizadas del otro lado del Atlántico," para así poder contar con un panorama general del desarrollo de la institución. 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Los cimientos de la iglesia en la América española. Los seminarios conciliares, siglo XVI
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