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¿Deben los médicos mentir a los pacientes para evitarles el temor y la ansiedad que les produciría saber que tienen un mal incurable? ¿Deben los padres ocultar a sus hijos que fueron adoptados? ¿Deben los periodistas mentir a aquellos de quienes obtienen información cuando pretenden hacer público un acto de corrupción? Son éstas algunas de las preguntas con las que se abre la reflexión sobre el tema en este libro, que pretende ofrecer elementos para el debate sobre la moral en los ámbitos público y privado, al centrarse en el ejercicio de la mentira y el engaño en diversos espacios, como la ley, la familia, la medicina y el gobierno. [short_description] => Mediante la presentación de distintas referencias, escenarios y contrastes que presentan problemas morales de diversa complejidad, la autora pretende que el lector considere los efectos que tiene la mentira en los individuos, las relaciones humanas y la sociedad en general, analizando desde mentiras piadosas hasta las mentiras que se requieren para sobrevivir en un Estado totalitario. La obra conduce así al lector a reflexionar sobre si podría (y en qué casos) justificarse la mentira.
¿Deben los médicos mentir a los pacientes para evitarles el temor y la ansiedad que les produciría saber que tienen un mal incurable? ¿Deben los padres ocultar a sus hijos que fueron adoptados? ¿Deben los periodistas mentir a aquellos de quienes obtienen información cuando pretenden hacer público un acto de corrupción? Son éstas algunas de las preguntas con las que se abre la reflexión sobre el tema en este libro, que pretende ofrecer elementos para el debate sobre la moral en los ámbitos público y privado, al centrarse en el ejercicio de la mentira y el engaño en diversos espacios, como la ley, la familia, la medicina y el gobierno. [meta_keyword] => Mentir: la elección moral en la vida pública y privada, Filosofía, Instituto de Investigaciones Filosóficas [author_bio] =>Sissela Bok
Filósofa y etnicista de origen sueco, doctora en filosofía por la Universidad de Harvard y profesora de filosofía en la Universidad de Brandeis. Actualmente es investigadora del Harvard Center for Population and Development Studies en la Harvard School of Public Health.
[toc] => Agradecimientos 7
Prefacio a la edición en inglés de 1989 9
Prefacio a la segunda edición de 1999 11
Introducción 25
1. ¿Está a nuestro alcance "toda la verdad"? 33
I. "Toda la verdad" 33
II. Verdad y veracidad 36
III . Definición de engaño y mentira intencionales 43
2 . Veracidad, engaño y confianza 47
I. Mentira y elección 48
II . La perspectiva del engañado 50
III . La perspectiva del que miente 53
IV . Perspectivas discrepantes 58
V . El principio de veracidad 60
3 . ¿Nunca hay que mentir? 63
I . Rechazo de todas la mentiras 63
II. Conflictos de deber 71
III . Prohibiciones religiosas 75
4 . Cómo ponderamos las consecuencias
I . El papel de las consecuencias
II . Los sistemas
5 . Mentiras piadosas 91
I. Mentiras inocuas 91
II . Los placebos 95
III . Cartas de recomendación 101
IV . Veracidad, ¿a qué precio? 104
6. Excusas 107
I . Tipos de excusas 108
II . Evitación del daño 111
III. Producción de beneficios 113
IV . Equidad 114
V . Veracidad 117
VI . ¿Qué tan convincentes son los pretextos? 120
7 . Justificación 123
I. Justificación y publicidad 123
II . Niveles de justificación 126
III . Tener cautela y correr riesgos 135
8 . Mentiras en tiempos de crisis 139
I . La crisis aguda 139
II . Prolongadas amenazas a la supervivencia 142
III . Determinación de fronteras 144
IV . El peligro de extender las prácticas de engaño 151
9 . Mentir a los que mienten 155
I. Mentir para desenmascarar a los mentirosos 155
II. Ojo por ojo 157
III . Engaños mutuos 161
10 . Mentir a los enemigos 167
I . Darles su merecido a los enemigos 167
II. Contrarrestar el daño 173
III . Las reglas del juego 176
11. Mentiras para proteger a colegas y clientes 179
I. Confidencialidad 179
II . Lealtad a los colegas 185
III . Lealtad a los clientes 191
12 . Mentiras por el bien público 199
I. La noble mentira 200
II . Ejemplos de engaño político 204
III . El engaño y el consentimiento 209
13 . Engaños en la investigación en ciencias sociales 215
I . Experimentación en las ciencias sociales 215
II. Comités revisores 225
III . Cuestiones relacionadas con la responsabilidad
profesional 227
IV . Estudios con pseudopacientes 230
14 . Mentiras paternalistas 235
I. Paternalismo 235
II . El engaño paternalista 237
III. ¿Justificación? 244
15 . Mentiras ante los enfermos y los moribundos 253
I . El engaño como terapia 254
II . La perspectiva del paciente 259
III . Respeto y veracidad 270
16. Conclusión 275
17. Apéndice 283
Bibliografía 323
Índice analítico 337 [free_reading] => Cuando se ha roto el respeto por la verdad o incluso cuando éste se ha visto ligeramente vulnerado, todas las cosas se vuelven dudosas. -San Agustín, "Sobre la mentira" ¿Acaso duda alguien de que si se sacaran de la mente humana las opiniones vanas, las esperanzas halagüeñas, las valoraciones falsas, las más caras fantasías, y similares, no dejarla esto las mentes de varios hombres como cosas muy empequeñecidas, llenas de melancolía e indisposición y desagradables para ellos mismos? -Francis Bacon, "De la verdad" Después de una prolongada indagación en mi interior, hice salir la duplicidad fundamental del ser humano. Luego me di cuenta de que la modestia me ayudaba a brillar, la humildad a conquistar y la virtud a oprimir. -Albert Camus, La caída ¿Deben los médicos mentir a los pacientes moribundos para postergar el miedo y la ansiedad que la verdad pudiera provocarles? ¿Deben los profesores exagerar la excelencia de sus alumnos en sus cartas de recomendación a fin de brindarles una mejor oportunidad en un mercado de trabajo competido? ¿Deben los padres esconderles a sus hijos el hecho de que son adoptados? ¿Deben los científicos del área social enviar a investigadores disfrazados de pacientes con los médicos para enterarse de los prejuicios raciales y sexuales que se manifiestan en el diagnóstico y el tratamiento? ¿Deben los abogados que trabajan para el gobierno mentir a los miembros del Congreso que, en otras circunstancias, podrían oponerse a un proyecto de ley de asistencia social muy necesario? ¿Deben los periodistas mentir a aquellos de quienes buscan obtener información para poner al descubierto la corrupción? Intuimos que hay diferencias al elegir entre los casos anteriores; pero suele ser difícil decidir si hay que mentir, hablar con evasivas, quedarse callados o decir la verdad en cualquier situación dada. Es una decisión difícil porque la duplicidad puede adoptar múltiples formas, estar presente en grados muy diferentes, y tener propósitos y resultados notablemente distintos. Es difícil también porque sabemos cómo las cuestiones relacionadas con la verdad y la mentira inevitablemente invaden todo lo que se dice o se deja sin decir en nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras relaciones laborales. Trazar las líneas divisorias parece extremadamente difícil; y definir una política consistente, fuera de nuestro alcance. He luchado contra estos problemas en mi vida personal, seguramente como todo el mundo. Pero también los he visto de cerca en mi experiencia profesional de enseñanza de la ética aplicada. He tenido la oportunidad de explorar dilemas morales específicos a los que me he enfrentado en el trabajo, con enfermeras, doctores, abogados, funcionarios públicos y muchos otros. Me acerqué por primera vez a problemas relacionados con decir la verdad y mentir en el ámbito profesional al prepararme para escribir acerca de la administración de placebos.' Y mi desconcierto fue en aumento por una discrepancia de perspectivas: muchos médicos hablan de tal engaño de una manera displicente, a menudo condescendiente y jocosa, mientras que los pacientes suelen sentirse profundamente agraviados y con una sensación de pérdida de confianza al enterarse de que han sido engañados. Aprendí que esta discrepancia se refleja con más frecuencia en una rara situación de la medicina. La honestidad de los profesionales de la salud es más importante para los pacientes que prácticamente cualquier otra cosa que vivan cuando están enfermos. Sin embargo, el requisito de ser honesto con los pacientes ha sido omitido por completo en los juramentos médicos y en los códigos de ética, y se suele soslayar, si no es que realmente se menosprecia, en la enseñanza de la medicina. A medida que extendí mi investigación, llegué a darme cuenta de que la misma discrepancia estaba presente en muchos otros contextos profesionales. En el derecho y en el periodismo, en el gobierno y en las ciencias sociales, el engaño se da por sentado cuando aquellos que dicen las mentiras, y quienes suelen ser también los que formulan las reglas, piensan que esto es perdonable. Los funcionarios del gobierno y aquellos que se presentan en las elecciones a menudo engañan cuando pueden hacerlo y cuando suponen que la verdadera situación está más allá de la comprensión de los ciudadanos. Los científicos sociales disculpan la experimentación engañosa arguyendo que valdrá la pena el conocimiento obtenido. Los abogados manipulan la verdad en los tribunales en nombre de sus clientes. Los que venden, anuncian o recomiendan algo a veces engañan al público y a sus competidores con tal de lograr sus objetivos. Los psiquiatras pueden distorsionar la información acerca de sus pacientes anteriores para guardar la confidencialidad o para ayudarlos a evitar el servicio militar. Y periodistas, investigadores policiacos y operadores de los llamados servicios de inteligencia suelen tener pocos reparos para recurrir a falsedades con tal de obtener la información que buscan. Sin embargo, el enfoque despreocupado de los profesionales no coincide para nada con lo que piensan aquellos que tienen que lidiar con las consecuencias del engaño. Para éstos, el que se les dé información falsa que influye en elecciones importantes de su vida equivale a dejarlos en una situación de impotencia. Para éstos, su propia autonomía puede estar en juego. Poca ayuda ofrecen los códigos y los textos de ética profesional. Para empezar, varias profesiones y campos, como es el caso de la economía, no tienen ningún código de ética. Y los códigos existentes dicen poco acerca de cuándo está justificado el engaño y cuándo no. El hecho es que a la mayoría de la gente se le ocurren razones para mentir con bastante frecuencia. No muchos se detienen a examinar las opciones que tienen ante sí; las prácticas engañosas ya existentes y las presiones de la competencia pueden hacer que sea difícil no caer en la mentira. No es fácil obtener orientación, y a pocos se alienta a considerar tales opciones en escuelas y universidades o en su vida laboral. Cuando pensé en las muchas ocasiones que hay para el engaño y en la ausencia de un debate real sobre el tema, llegué a asociar estas circunstancias con la sorprendente y reciente caída en la confianza pública no sólo en el gobierno estadounidense, sino en abogados, banqueros, empresarios y médicos. En 1960, muchos estadounidenses auténticamente quedaron sorprendidos al saber que el presidente Eisenhower había mentido cuando se le preguntó acerca del incidente del U2, en el cual un avión espía de ese país y su piloto fueron obligados a aterrizar en la antigua Unión Soviética. Pero sólo quince años después, golpeado por las revelaciones sobre Vietnam y Watergate, el 69 por ciento de los que respondieron a una encuesta nacional estuvieron de acuerdo en que "durante los últimos diez años, los líderes de este país han mentido sistemáticamente al pueblo". La pérdida de confianza abarca mucho más allá del liderazgo gubernamental. De 1966 a 1976, la proporción del público que respondió afirmativamente a la pregunta de si tenía mucha confianza en las personas que estaban a cargo de las principales instituciones cayó del 73 al 42 por ciento para la medicina; del 55 al 16 por ciento en lo que atañe a las grandes empresas; del 24 (1973) al 12 por ciento en el caso de los bufetes de abogados; y del 21 al 7 por ciento en el caso de las agencias de publicidad. Aunque la pérdida de confianza no se puede explicar exclusivamente por las sospechas de una duplicidad profesional generalizada, seguramente esto la ha agravado. Creo que hay mucho en juego en lo que toca a volvernos más claros en las cuestiones relacionadas con decir la verdad, tanto para nuestras elecciones personales como para las decisiones sociales que fomentan o desalientan las prácticas engañosas. Y cuando reflexionamos en estos asuntos, lo que hay que examinar son las razones que se dan para engañar. A veces puede haber razones suficientes para mentir; pero ¿cuándo? La mayoría de las veces no las hay; y ¿por qué? Describir cómo son las cosas no basta. Para elegir es necesario formular criterios. Mentir a los moribundos, por ejemplo, o decirles la verdad: ¿qué es mejor? ¿En qué circunstancias? ¿Y por qué razones? ¿Qué tipos de argumentos apoyan estas razones o las invalidan? Por mi formación en filosofía, me resulta natural buscar la guía de los filósofos morales a fin de dar respuesta a tales interrogantes y ofrecer el análisis necesario; dado que la elección de normas, acciones, metas y formas de vida, así como la elección de sistemas sociales son preocupaciones esenciales de la filosofía moral. ¿Existe, entonces, una teoría de la elección moral que ayude en los dilemas de cuándo decir la verdad y cuándo mentir? Una vez más, es asombroso lo poco que he encontrado. Lo sorprendente es que, aunque ninguna elección moral es más común o más perturbadora que las que tienen que ver con el engaño en sus múltiples formas, muy pocas veces éstas han sido objeto del análisis contemporáneo. Las principales obras de filosofía moral del siglo xx, tan iluminador en otros aspectos, no dicen nada sobre este tema. El índice de la edición de 1967 de la Encyclopedia of Philosophy, en ocho volúmenes, no contiene ni una sola referencia a mentir [Iying] o al engaño [deception], mucho menos un artículo completo dedicado a tales cuestiones. Aun si examinamos en retrospectiva los últimos siglos, la poca discusión que se ha de encontrar es breve y perentoria. Y las obras en otras disciplinas -en psicología, por ejemplo, o en ciencias políticas- con mucha frecuencia abordan los problemas relacionados con el engaño de una manera meramente descriptiva o estratégica. Es difícil entender todas las razones por las cuales se ha hecho tan poco por analizar los dilemas cotidianos que nos plantea decir la verdad. La gran distancia que con tanta frecuencia separa a los filósofos de las cuestiones aplicadas de todo tipo ofrece una respuesta parcial. En filosofía, como en otras áreas, la profesionalización ha traído consigo un vocabulario, un aparato teórico y límites académicos que prohíben la entrada a los forasteros y que confina a los que están dentro. En parte, también, el fondo mismo de verdad y falsedad contra el cual se debe ver la mentira ha conducido a muchos pensadores a establecer preámbulos cada vez mayores para el cuestionamiento moral de situaciones donde la verdad parece estar en juego. ¿Cómo podemos siquiera empezar a explorar tales situaciones, preguntan, si no sabemos primero lo que significa "verdad"? En ética, finalmente, la atención se ha trasladado ante todo a asuntos relacionados con el significado y la teoría, los cuales están muy alejados de los problemas de la elección moral concreta. En consecuencia, a menudo he tenido que volver la mirada al periodo clásico y la Edad Media para comprender de manera más directa las preguntas centrales de este libro: ¿qué elecciones reales deberíamos hacer cuando nos preguntamos si hemos de mentir o decir la verdad? ¿Y por qué? Cuestiones como si hemos de cometer perjurio con el fin de proteger a un refugiado político, o si hemos de fingir el culto a una deidad odiada para escapar a la persecución, fueron alguna vez muy debatidas entre teólogos y filósofos. Tal vez lo que queda de su debate sea fragmentario, a veces poco sistemático, pero sus escritos todavía están vivos para nosotros; con frecuencia he recurrido a ellos. Algunos ahora miran al pasado y dan muestras de burla o impaciencia hacia los estoicos, los místicos musulmanes, los primeros padres de la Iglesia, o los rabinos por su búsqueda apasionada de las mínimas distinciones. No obstante, tenemos mucho que aprender de estas tradiciones. Sin esas bases, otras distinciones más amplias se suelen volver borrosas, como sucede ahora. Es momento de retomar una vez más este debate, establecer sus contornos y tratar de abordarlo con un enfoque global que todavía hace falta: un enfoque que trate de examinar todos los factores posibles y todas las razones dadas para mentir, y de ver si éstos pueden arrojar alguna luz sobre las elecciones que hacemos, como individuos yen sociedad. Y es importante ver el debate en los contextos en los cuales los seres humanos confrontan tales elecciones. He intentado, por consiguiente, usar ejemplos de la literatura, de la vida privada y del trabajo. Se trata de meros ejemplos; muchos otros se nos ocurrirán. Si bien hay que descartar la posibilidad de agotar el tema, los casos seleccionados pueden emitir cierta luz sobre los principales tipos de mentiras, las formas en las cuales varían y las excusas usadas para decirlas. Y tal vez la yuxtaposición de ejemplos de muy diferentes senderos de la vida ayude a alejarlos de las acostumbradas perspectivas estrictamente profesionales o personales. Estos propósitos se atienden mejor si nos concentramos en las elecciones relacionadas con decir la verdad y mentir claramente, en lugar de dirigir la atención a otras formas de engaño como la evasión o la supresión de información pertinente. Si acaso se puede ofrecer cierta nitidez con respecto a las cuestiones de lo que es verdaderamente mentir, entonces los mucho más extensos problemas del engaño parecerán menos incomprensibles. La tarea principal no será producir un catálogo sórdido de falsedades y corruptelas, ni ir una vez más a buscar lo que cada periódico del día revela acerca del engaño en las altas esferas. Más bien quiero subrayar los dilemas más enojosos de la vida ordinaria; los dilemas que acosan a quienes piensan que sus mentiras son demasiado insignificantes como para que tengan alguna importancia, y otros que creen que mentir puede proteger a alguien o beneficiar a la sociedad. Necesitamos mirar con mayor agudeza no a lo que todos rechazaríamos por desmesurado, sino a aquellos casos en los que muchos ven buenas razones para mentir. Los capítulos 1 al 4 examinan la naturaleza de la mentira, cómo afecta la elección humana y los enfoques básicos para evaluar las mentiras. El capítulo 5 analiza las mentiras piadosas para mostrar por qué esos enfoques son inadecuados. Los capítulos 6 y 7 consideran en detalle qué circunstancias contribuyen a que se disculpen las mentiras y si algunas pueden realmente estar justificadas de antemano. Los capítulos 8 al 15 retoman en mayor detalle ciertos tipos de mentiras que se suelen considerar justificables: las mentiras en tiempos de guerra, por ejemplo, o las que se dicen a los niños; las mentiras dichas para proteger la confidencialidad o en aras de la investigación. Si puedo mostrar que de muy poco nos han servido las prácticas dominantes, entonces las preguntas más importantes son: ¿cuáles son las alternativas, para la sociedad y para cada uno de nosotros en lo individual, en lugar de simplemente seguir con tales prácticas? Y ¿cómo podemos actuar para cambiar estas prácticas? ¿Qué incentivos institucionales y personales pueden ser necesarios? ¿Y qué riesgos reales podrían disuadir a los mentirosos en potencia? En la conclusión, he empezado -pero sólo empezado- a plantear estas preguntas. Reconozco que las alternativas que he vislumbrado se dirigen básicamente a sociedades menos coercitivas. Pero espero que el estudio de los problemas relacionados con decir la verdad vierta cierta luz también sobre la relación entre coerción y engaño, sea en una familia, en una institución o en la sociedad. Este libro es una exploración personal, más que un intento por imponer conclusiones. Con él pretendo cerrar la brecha entre los mundos del filósofo moral y de aquellos que afrontan elecciones morales prácticas urgentes. Al mostrar el camino que he adoptado, el trabajo que me ha parecido útil y los resultados tentativos que he alcanzado, espero invitar a otros a retomar el debate. 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