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elites y trabajadores marginados reclamaron y desafiaron las
fronteras nacionales. Se ofrecen ideas del desarrollo de comunidades
trasnacionales, nexos entre identidad nacional y ciudadanía y las dificultades
de integrar grupos dispares en una nación cohesionada;
al combinar historias orales con investigaciones de archivos locales,
regionales y nacionales construye una historia de los trabajadores rurales.
Esta historia de la frontera demuestra cómo las luchas agrarias
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Catherine A. Nolan-Ferrell es profesora-investigadora de la Facultad de Historia de la Universidad de Texas, en San Antonio. Cursó su licenciatura en Cornell Univérsity y su doctorado en la Universidad de Texas, en Austin. Es autora de varios artículos sobre la historia de la frontera sur de México con Guatemala, la migración de campesinos y trabajadores indígenas a través de la frontera sur y el impacto del género en la reforma agraria de la revolución mexicana. El presente volumen es una traducción de su primer libro, Constructing Citizens-hip: Transnational Workers and Revolution on the Mexico-Guatemala Border, 1880-1950, publicado por la editorial de la Universidad de Arizona en 2012. Sus líneas de investigación incluyen el impacto de la etnia y del género en la migración y el desarrollo de comunidades migrantes. Su trabajo se enfoca en esta pregunta: ¿Cuál es el impacto de la identidad nacional en México y Guatemala para la población y cómo entienden sus derechos de ciudadanía durante el siglo xx? Actualmente está investigando la migración de campesinos guatemaltecos a Chiapas, desde los migrantes económicos hasta los refugiados de la guerra civil guatemalteca. Su trabajo explora cómo diferentes grupos (la población mexicana de la región fronteriza, los refugiados y los oficiales gubernamentales y no gubernamentales) crearon y practicaron nuevas definiciones de ciudadanía. Estas definiciones formaban oportunidades para que los refugiados reclamaran sus derechos como ciudadanos.
[toc] => Reconocimientos 11
Introducción 17
La formación del Estado y la Revolución en la región cafetalera del sur de Chiapas, 17; Geografía y sociedad, 20; Los procesos de la formación del Estado, 27; Ciudadanía, identidad y trabajo, 32; Fuentes y métodos, 38; Conclusión, 41
Capítulo 1. La mexicanización del Soconusco 43
Fronteras controvertidas: la separación del territorio, 46; Una pertenencia controvertida: la inmigración de elite, 55; Movilidad social y definición de la nacionalidad mexicana, 6o; Trabajadores, no ciudadanos, 66; La Revolución mexicana: redefinición/renegociación de los significados de pertenencia, 74; Pruebas iniciales de los cambios revolucionarios: peticiones ejidales, 82; La gran depresión y el debate sobre la identidad mexicana, 87; Conclusión: ¿era mexicano el Soconusco?, 92
Capítulo 2. El control de los trabajadores y la imposición de las fronteras 97
Imposición de la frontera por las autoridades, 1926-1934, 99; Los trabajadores y su experiencia de la frontera, 104; La creación del nacionalismo mexicano por medio de la Revolución: 1934-1941, 113; Los cafeticultores, la reforma agraria y la nacionalidad selectiva, in; Las experiencias guatemaltecas de nacionalismo: 1931-1941, 125; Conclusión, 132
Capítulo 3. La creación de "mexicanos" 135
La negociación de los significados de la identidad nacional, 135; Represión del primer movimiento laboral: 1932-1936, 138; Las escuelas rurales: la enseñanza de la nacionalidad, 143; La construcción de la nacionalidad mediante la reforma agraria, 150; Los límites de la reforma agraria, 158; Conclusión, 170
Capítulo 4. Identidad y comunidad 173
Las batallas por espacio y lugar, 173; La formación de las comunidades, 175; Salvador Urbina: la identidad comunitaria y el reconocimiento externo, 184; Unión Roja: la identidad comunitaria como oposición, 191; El Retiro: los límites del poder de la comunidad, 195; Conclusión, 201
Capítulo 5. ¿Campesinos, trabajadores del campo o jornaleros? 205
Sindicatos o uniones laborales, trabajadores, ejidatarios, guatemaltecos, 208; Los sindicatos y los límites del apoyo federal, 212; La disciplina de la fuerza de trabajo: funcionarios federales, cafeticultores y sindicatos, 219; La fuerza de trabajo como una amenaza para los cafeticultores, 224; Perspectivas múltiples de los trabajadores, 227; Ejidos versus sindicatos, 229; Conclusión, 234
Capítulo 6. Las reformas rurales, los trabajadores trasnacionales y la identidad, 1941-1946 237
Acepciones de la extranjería, 239; Las cartas de naturalización, 242; Los "trabajadores ilegales", la nacionalidad y la deportación, 247; Las fincas confiscadas y el declive de las reformas rurales, 251; Los conflictos entre cafeticultores y trabajadores: las renegociaciones salariales en 1943, 253; La lucha por el control de los trabajadores, 259; El contrato colectivo de 1946, 262; Conclusión, 267
Capítulo 7. Negociación de los significados del Estado mexicano posrevolucionario 271
Apéndice 1 287
Apéndice 2 290
Apéndice 3 291
Fuentes de consulta 293
Archivos consultados de la Ciudad de México, 293; Archivos consultados de Chiapas, 293; Otros archivos consultados, 294; Entrevistas, 294; Fuentes impresas primarias, 295; Fuentes secundarias, 297
Mapa 1. Municipios productores de café en el Soconusco, Chiapas, México (mapa trazado por Robert Ferrell) ,19
Cuadros
Cuadro 1.1 Promedios comparativos de cinco años de producción de café: Guatemala y México, en miles de toneladas métricas, 54; Cuadro 1.2. Producción guatemalteca de café y precio por libra, 1880-1912, 69; Cuadro 1.3. Promedios comparativos de la producción de café en Guatemala y México. Miles de toneladas métricas, promedios quinquenales, 76; Cuadro 1.4. Precios del café, 188°1912 (café latinoamericano), 79; Cuadro 1.5. Precios comparativos del café: México y Guatemala, 1913-1934, 8o; Cuadro 3.1. Peticiones y distribución de la reforma agraria, 1917-1944, 152; Cuadro 3.2. Peticiones y beneficiarios de la reforma agraria, 1917-1944, 152; Cuadro 6.1. Ejemplos de terratenientes con múltiples fincas, 240; Cuadro 6.2. Producción comparativa de café en fincas selectas, 1926 y 1948. Fincas que seguían confiscadas por Fideicomisos Cafeteros en 1948, 254; Cuadro 6.3. Cambio porcentual en la producción del café promedios de cinco años, 1926-1955, 269 [free_reading] => La formación del Estado y la Revolución en la región cafetalera del sur de Chiapas En 1882, funcionarios guatemaltecos y mexicanos pusieron fin a décadas de conflictos fronterizos cuando establecieron el río Suchiate como frontera entre México y Guatemala. Los mapas oficiales situaron la fértil región del Soconusco en el costado suroccidental de Chiapas. Al principio, la nueva línea no tuvo mucho impacto en la vida diaria de los trabajadores rurales que mantenían redes económicas y sociales entre comunidades de ambos países. En ese tiempo no era usual que la gente se definiera por su nacionalidad. Pero para los años 1940, etiquetas como "mexicano" o "guatemalteco" llegaron a ser omnipresentes. En esta investigación reviso los procesos históricos que dieron forma a identidades colectivas vinculadas a las fronteras nacionales y provocadas por ellas. Históricamente, los funcionarios gubernamentales, las elites y los pobres del campo de ambos lados del río habían negociado asuntos más amplios de ciudadanía cultural mediante la construcción y la apropiación estratégica de las identidades. Con la demostración de cómo estos grupos sociales reivindicaban su pertenencia a comunidades nacionales imaginarias, esta investigación sobre la frontera entre México y Guatemala destaca las condiciones en que confluyen y se fragmentan las nacionalidades, las comunidades y las identidades laborales. El desarrollo de la nacionalidad y la ciudadanía en la frontera se puede dividir en tres periodos distintos. Durante el porfiriato (1876-1911) y la fase militar de la Revolución mexicana (1910-1920), la elite de los cafeticultores a ambos lados de la frontera implantó el control de la tierra y de la mano de obra. Esta etapa corresponde a la época de los líderes liberales en Guatemala, que fueron los impulsores de la "Revolución del café". La sociedad posrevolucionaria de México (1920-1940) fue testigo de desafíos cada vez mayores a la dominación de los cafetaleros. En la región del Soconusco estos retos fueron bastante infructuosos entre 1920 y 1934, aunque de 1934 a 1940 establecieron los cimientos del activismo rural de campesinos y funcionarios federales. De 1931 a 1944, el general Jorge Ubico controló Guatemala. Sus políticas favorecieron a los cafeticultores. Aprobó sistemas de trabajo forzoso que oprimieron a los campesinos indígenas. Finalmente, ese régimen se desmoronó, y entonces los trabajadores urbanos y los campesinos pudieron exigir reformas durante los "Diez años de primavera" (1944-1954) en Guatemala. En las plantaciones mexicanas que lindaban con ese país del sur, los trabajadores del campo se valían de diversas definiciones de ciudadanía para combatir la intensa opresión que sufrían y para, en último término, tener acceso a las reformas revolucionarias. Al indagar en las respuestas de los trabajadores a la importancia cada vez mayor de la nacionalidad y la ciudadanía a partir de la mitad de los 187o y hasta mediados de los 1940 era necesario también aclarar cómo se enfrentaron los diversos grupos sociales al ejercicio del poder estatal. En el sur de Chiapas, la mayoría de los trabajadores del campo se acogieron a la Revolución mexicana y se autodenominaron ciudadanos con la expectativa de que el gobierno federal cumpliera sus promesas de reforma agraria y laboral con aquellos que tuvieran la nacionalidad mexicana. Para los trabajadores mexicanos, la nacionalidad acabó vinculada a los derechos y las obligaciones legales de los ciudadanos. Las cuestiones de ciudadanía siguieron siendo determinantes, no solo en los espacios cultural y social que dividían a ambos países, sino también entre las fronteras internas que separaban a los pueblos marginados de los grupos dominantes de la sociedad nacional e internacional. En el Soconusco, gran parte de la población solía estar compuesta por trabajadores indígenas pobres que no encajaban en los criterios nebulosos de ciudadanía. La zona cafetalera en la frontera México-Guatemala brinda un excelente espacio de estudio para explorar cómo se formó el Estado mexicano en una región fronteriza en las postrimerías de la Revolución. Mediante la creación de nuevas instituciones, las autoridades federales establecieron su presencia en una región que tradicionalmente estaba controlada por las elites locales. Funcionarios mexicanos y guatemaltecos "operativizaron" el cruce de las fronteras nacionales mediante el establecimiento de aranceles y cuotas, el requisito de la prueba de nacionalidad a los trabajadores comunes y el incremento de las patrullas fronterizas. Esta fue la experiencia práctica del poder estatal para imponer una nacionalidad categórica. Yo sostengo que los programas de reformas adoptados después de la Revolución rompieron la continuidad regional económica y social. La identidad nacional se volvió cada vez más importante debido a que el acceso a los beneficios revolucionarios dependía de proclamar la identidad nacional mexicana. Los trabajadores del campo a ambos lados de la frontera se valieron de diversas ideas de ciudadanía y de pertenencia cultural para conquistar poder y proteger sus intereses económicos y sociales. Geografía y sociedad. La región del Soconusco empieza aproximadamente a la mitad de la costa del Pacífico de Chiapas y termina en la frontera guatemalteca. La Sierra Madre se extiende a lo largo de la región y el clima varía, de caluroso y húmedo en las tierras bajas costeras a cada vez más templado en las zonas cafetaleras, que se elevan de zoo a 1500 metros sobre el nivel del mar. El cultivo del café comenzó alrededor de 1870. Después de quedar establecida oficialmente la frontera México-Guatemala, el gobierno mexicano comenzó a impulsar programas de colonización para atraer inmigrantes al Soconusco. Productores alemanes que habían trabajado con anterioridad en fincas o plantaciones de café en Guatemala se mudaron ahí movidos por el afán de adquirir tierra más barata. Entre 1897 y 1910, la cifra de propietarios en la región aumentó de 1236 a 2040. Aproximadamente 42% de estos nuevos dueños establecieron haciendas y cultivaron café. Los alemanes dominaron económicamente la región debido a los lazos extensivos que tenían con los mercados europeos. Con frecuencia, estos inmigrantes se naturalizaron mexicanos, pero mantuvieron estrechos vínculos con cafeticultores y comerciantes alemanes tanto en Guatemala como en Alemania. La expansión de las plantaciones de café en el Soconusco atrajo a campesinos indígenas pobres procedentes de Guatemala y de los Altos de Chiapas como trabajadores permanentes o temporales. En 1892 había en la región un total de 20 928 habitantes y 37% de ellos eran indígenas. Para 1921, la población se triplicó, al llegar a 75 441 individuos. Las estadísticas del censo no registraban la proporción de indígenas y mestizos, pero tomando en cuenta la demanda de mano de obra de los finqueros, probablemente el porcentaje de indígenas fue en aumento. En ambos países, funcionarios del gobierno y cafeticultores trataron de controlar la capacidad económica y política de los trabajadores con el fin de asegurarse una fuerza laboral dócil. Estas elites utilizaban criterios dudosos de identidad nacional (como la lengua o el vestido) para determinar la ciudadanía de los trabajadores. Con frecuencia, los funcionarios mexicanos etiquetaban como guatemaltecos a los campesinos indígenas. Esta táctica permitió a los hacendados pagar a los campesinos un salario más bajo, puesto que los guatemaltecos ganaban menos que los mexicanos. Durante la Revolución mexicana y la reconstrucción posrevolucionaria (1910-1940), la definición de la nacionalidad en el Soconusco fue cobrando mayor importancia. El gobierno federal restringió el acceso a las reformas agraria y laboral exclusivamente a ciudadanos mexicanos basándose en definiciones categóricas de la "mexicanidad". De modo similar, a partir de los 1890 y hasta 1944 la identidad nacional guatemalteca se fue vinculando gradualmente a la ciudadanía en la medida en que varias administraciones promulgaron leyes sobre el trabajo forzoso y la vagancia a efecto de conseguir trabajadores para las plantaciones guatemaltecas. Las reivindicaciones de nacionalidad se volvieron cada vez más relevantes en cada uno de los dos Estados debido a la preocupación por el control de la tierra, como era el caso de México, y el control de la fuerza de trabajo, en lo tocante a Guatemala. Al mismo tiempo que los Estados buscaban la forma de controlar las reivindicaciones de ciudadanía para satisfacer sus propias necesidades, hay pruebas de que los trabajadores del campo actuaron con creatividad, en defensa de sus intereses, y desafiaron con frecuencia los intentos restrictivos de las categorías de ciudadanía basadas en percepciones visuales de los oficiales sobre el origen étnico o por el acento. La sociedad chiapaneca estaba dividida en una clase "blanca" de elite, que controlaba las estructuras políticas y económicas, y otra inferior, compuesta por campesinos y trabajadores agrícolas que solían conservar una cultura indígena distintiva. En las zonas rurales los pobres representaban múltiples grupos de trabajadores. Tanto en Chiapas como en Guatemala, los empleados temporales eran lugareños que carecían de tierra suficiente para satisfacer las necesidades de subsistencia de sus familias y completaban sus ingresos cosechando café en fincas de la región del Soconusco, en el sur. Los trabajadores permanentes eran peones acasillados que vivían en la finca, ejecutaban trabajo asalariado y recibían pequeñas parcelas para satisfacer necesidades de subsistencia, y mozos, que habitaban poblados y colonias agrícolas en tierras colindantes con plantaciones de café. Los mozos dividían su tiempo entre la labranza (a menudo ocupando espacios que nadie había reclamado) y el trabajo en las fincas. Los trabajadores permanentes se reconocían como jornaleros que vivían y laboraban en fincas pertenecientes a particulares, y las relaciones que desarrollaban con los mozos de otras plantaciones acabaron siendo el fundamento de la comunidad. Christopher Boyer rastrea cómo trabajadores agrícolas y jornaleros fueron asumiendo la identidad cultural de "campesinos" como resultado y legado del radicalismo agrario. En los documentos de archivo de Chiapas, el término campesino hace referencia a grupos dispares de gente pobre en que se incluían trabajadores permanentes en las plantaciones de café, trabajadores migrantes (temporales) procedentes de regiones indígenas de Guatemala y de los Altos de Chiapas, y aparceros y arrendatarios que cultivaban pequeñas parcelas propiedad de grandes finqueros. En la historia laboral tradicional, los estudiosos han tratado de nombrar a los pobres del campo como campesinos o como trabajadores proletarios. Esta distinción no tiene mucho sentido entre los pueblos de la América Latina rural. Para muchos latinoamericanos que vivían y trabajaban en zonas rurales, el modelo europeo y estadounidense de historia laboral urbana e industrial no encajaba con sus experiencias como trabajadores. En los arios 1980 y 1990, los historiadores del Atlántico Norte debatieron la pertinencia de los estudios laborales en la medida en que aparentemente mermaban la conciencia de clase y la militancia laboral. No obstante, Marcel van der Linden impugna las afirmaciones de una "crisis" en la historia laboral porque "el mundo no termina en el ecuador". Una traducción más apropiada para los latinoamericanistas sería: el mundo no termina en el Río Bravo. Aldo Lauria-Santiago y Aviva Chomsky sostienen que la historia laboral latinoamericana incluye a los trabajadores rurales simplemente porque la mayoría de la gente vivía y trabajaba en zonas rurales. Historiadores que trabajan en América Latina, Asia y África se han manifestado en favor de una "nueva historia laboral" que incluya un concepto más amplio de la clase trabajadora, una mayor conciencia de la complejidad de las identidades de los trabajadores y el reconocimiento de que las clases trabajadoras no están constreñidas por las fronteras nacionales. Al distanciarse de los modelos europeos y estadounidenses y sus reflexiones centradas en la conciencia de clase y el activismo sindical, los "nuevos historiadores laborales" insisten más en las identidades de los trabajadores y en el impacto de las conexiones trasnacionales que influyen en la vida de la gente. Al examinar las identidades complejas y superpuestas de los trabajadores se puede dejar al descubierto cómo se organizaban y ejercían el poder los grupos marginados. Tradicionalmente, los historiadores laborales han mostrado que los trabajadores reivindican su poder mediante sus habilidades o por su capacidad de convocatoria, pero esta perspectiva se centra en los disturbios laborales. La gente que vivía en la frontera México-Guatemala se definía a sí misma de acuerdo tanto con sus experiencias diarias de trabajadores, miembros de una familia y una comunidad, como a través de sus interacciones con representantes de la autoridad estatal. Mujeres y hombres ejercían el poder en múltiples terrenos mediante sus roles asignados como elementos de una familia y como trabajadores, y por el respeto que recibían de los otros en su comunidad. La perspectiva trasnacional modifica los estereotipos y convierte a los trabajadores en seres aislados e interesados únicamente en los acontecimientos locales. Pero, por el contrario, los trabajadores se desplazaban cruzando fronteras y creando definiciones de ciudadanía para reclamar sus derechos. Los pobres del campo que vivían en la frontera solían asumirse como ciudadanos por los lazos comunitarios y el trabajo que realizaban. Y sorteaban las afirmaciones del poder estatal confiando estratégicamente en su identidad de ciudadanos, trabajadores o miembros de una comunidad. Durante la presidencia de Porfirio Díaz (1876-1910), los salarios de los trabajadores apenas alcanzaban para el sustento de sus familias y muchos vivían en pobreza extrema. En cambio, los cafeticultores dominaban económicamente la región del Soconusco y, aunque pocas veces ocupaban cargos políticos, blandían su influencia política a nivel local a fin de mantener su posición económica. Aunque la Revolución mexicana llevó la reforma rural a muchas partes de México antes de los años 1930, no logró llegar al sur de Chiapas, y ahí el sistema social, económico y político quedó prácticamente intacto. Los pocos intentos que hubo de organizar a los campesinos en la región tuvieron que enfrentar una pronta y brutal represión. El ritmo del cambio revolucionario social en el Soconusco solo se aceleró cuando jornaleros y campesinos trabajaron con el gobierno en favor de la reforma del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940). Nuevas instituciones y políticas abrieron oportunidades para que los trabajadores organizaran sindicatos y comités agrarios que presionaron a favor de la reforma agraria. Durante el concentrado periodo de reforma del gobierno de Cárdenas (1936-1938), los trabajadores agrícolas influyeron temporalmente para que los sindicatos rurales patrocinados por el Estado se transformaran en organizaciones promotoras de reformas agrarias radicales. En el proceso de radicalización, a principios y mediados de los 1930, los trabajadores agrícolas en el sur de Chiapas fueron desarrollando su propia versión de organización laboral. Las actividades de los campesinos crecieron hasta desbordar los límites de lo que los gobiernos de Cárdenas y de su sucesor, el presidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946), consideraban aceptable en el comportamiento de los trabajadores. Los agricultores establecieron una alianza con reformadores del gobierno tanto a nivel estatal como nacional. En el proceso admitieron también imposiciones acerca de quiénes serían parte del proceso revolucionario. No obstante, a la larga tuvieron cierto éxito, y lograron mantener estas iniciativas de reforma rural en la década de 1940. Los campesinos se las arreglaron para influir en el incipiente Estado mexicano de modo que respondiera a sus necesidades, aunque las elites terratenientes y los funcionarios del gobierno coartaron las concesiones a los trabajadores rurales. Problemas internos como las divisiones dentro del sindicato, el deterioro de las relaciones entre los representantes del gobierno mexicano y los campesinos y la persistente oposición de los cafeticultores, junto con la crisis económica internacional, afectaron la capacidad de los trabajadores para participar en el diálogo sobre la formación del Estado mexicano. A pesar de estas limitaciones, los campesinos impulsaron con tenacidad un gobierno más receptivo y sensible; en la década de 1940 usaron con éxito la incipiente burocracia federal agraria y laboral para conquistar una vía de influencia en la formación del Estado. El México posrevolucionario generalmente abarca desde 1920 (aproximadamente el final de la actividad militar a gran escala) hasta 1940, cuando terminaron las principales iniciativas de la reforma agraria y laboral de Cárdenas. Esta etapa también corresponde a los esfuerzos de reconstrucción que siguieron a la fase militar de la Revolución. No obstante, la periodización plantea también algunos problemas, en particular en Chiapas. Los procesos revolucionarios de la reforma agraria rara vez encajan adecuadamente en marcos temporales claros. El gobierno de Ávila Camacho retomó muchas demandas de la reforma agraria que se habían iniciado en la época de Cárdenas. Con base en peticiones ejidales (solicitudes de concesiones formales de tierras comunitarias contempladas por las leyes revolucionarias) que se encontraron en los archivos de la reforma agraria del estado, la mayor parte de las concesiones de tierras terminaron a finales de los cuarenta, durante la presidencia de Miguel Alemán. Esto contradice otros estudios regionales que sitúan el fin de las reformas rurales en la época de Cárdenas y abre nuevos caminos a la investigación futura. En Chiapas, la fase de reconstrucción duró más que en otras partes de México. 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