No tiene artículos en su carrito de compras.
Importe: $0
No tiene artículos en su carrito de compras.
Array ( [store_id] => 1 [entity_id] => 2455 [entity_type_id] => 4 [attribute_set_id] => 9 [type_id] => simple [sku] => 9786070222283 [has_options] => 0 [required_options] => 0 [created_at] => 2014-11-28T06:43:56-06:00 [updated_at] => 2024-04-18 06:18:32 [name] => Ensayos escogidos [meta_title] => Ensayos escogidos 9786070222283 libro [meta_description] => Ensayos escogidos 9786070222283 libro [image] => 9786070222283.jpg [small_image] => 9786070222283.jpg [thumbnail] => 9786070222283.jpg [url_key] => ensayos-escogidos-9786070222283-libro [url_path] => ensayos-escogidos-9786070222283-libro.html [image_label] => Ensayos escogidos [small_image_label] => Ensayos escogidos [thumbnail_label] => Ensayos escogidos [author] => Montaigne, Michel de [language] => Español [number_pages] => 542 [size] => 19 x11.5 x 3 [finished] => rústico [isxn] => 9786070222283 [weight_mb] => 0.33 [edition_data] => 1a reimpresión de la 5a edición, año de reimpresión -2018- [topic] => Literatura universal [price] => 210.0000 [weight] => 0.3300 [manufacturer] => 17 [status] => 1 [visibility] => 4 [tax_class_id] => 2 [format] => 20 [year_edition] => 3353 [pap_provider] => 3366 [description] => El tercer piso de la torre de Michel de Montaigne (1533-1592) es el punto exacto donde nace un género literario: el ensayo. En ese lugar, construido por su padre, se encerraba el escritor francés a buscar entre los libros (Plutarco, Séneca, Quelonio, Guicciardini, Virgilio, Ovidio, Ariosto o Boccaccio) las cifras que dieran entendimiento a su vida. Los Ensayos de Montaigne no son, en sentido estricto, ni memorias ni historia ni filosofía ni confesiones ni apuntes para un libro futuro. Son sencillamente el retrato cultural de un hombre que dándose a conocer a los demás, trata de conocerse a sí mismo desde todos los ángulos posibles, y que continuamente agrega datos y fichas para la composición de su enciclopedia personal: la de lo vivido y aprendido; la que resume la experiencia del espíritu intemporal y la del cuerpo pasajero. [short_description] => El tercer piso de la torre de Michel de Montaigne (1533-1592) es el punto exacto donde nace un género literario: el ensayo. En ese lugar, construido por su padre, se encerraba el escritor francés a buscar entre los libros (Plutarco, Séneca, Quelonio, Guicciardini, Virgilio, Ovidio, Ariosto o Boccaccio) las cifras que dieran entendimiento a su vida. Los Ensayos de Montaigne no son, en sentido estricto, ni memorias ni historia ni filosofía ni confesiones ni apuntes para un libro futuro. Son sencillamente el retrato cultural de un hombre que dándose a conocer a los demás, trata de conocerse a sí mismo desde todos los ángulos posibles, y que continuamente agrega datos y fichas para la composición de su enciclopedia personal: la de lo vivido y aprendido; la que resume la experiencia del espíritu intemporal y la del cuerpo pasajero. [meta_keyword] => Ensayos escogidos, Literatura universal, Coordinación de Humanidades [author_bio] =>Montaigne, Michel de
Nacido en una familia francesa de la nobleza menor el 28 de febrero de 1533, Michel de Montaigne ocupó un asiento en el parlamento de Burdeos. Montaigne se retiró de la vida pública y comenzó a escribir una serie de ensayos filosóficos y personales en 1571. Este escrito fue el primero de su tipo, por lo que Montaigne se responsabilizó por el establecimiento del ensayo como un género literario. Murió en Francia el 13 de septiembre de 1592.
[toc] => Prólogo 5
Bibliografía 19
Cronología 25
El autor al lector 31
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO
I.-Por diversos medios se llega al mismo fin 33
IV.-Cómo el alma descarga sus pasiones
sobre objetos falsos, cuando los verdaderos le faltan 37
VIII.-De la ociosidad . . 40
IX.-De los mentirosos . . 42
XVII.-Del miedo . . 48
XXIII.-Diversos sucesos del mismo orden 52
XXV.-De la educación de los hijos . 64
XXIX.-De la moderación . 110
XXX.-De los caníbales . . 117
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO
I.-De la inconstancia de nuestras acciones 135
IV-Mañana será otro día 144
V.-De la conciencia 147
VI.-De la ejercitación 152
IX.-De las armas de los partos 168
X.-De los libros 172
XL-De la crueldad 190
XVIII.-Del desmentir 211
XXXVII.-De la semejanza entre los padres e hijos 217
LIBRO TERCERO
CAPÍTULO II.-Del arrepentimiento 259
III.-De tres comercios 278
IV.-De la diversión . 294
VIII.-Del arte de platicar . . 308
X.-Gobierno de la voluntad . 340
XIII.-De la experiencia . . 371
POR EL PAÍS DE MONTAIGNE
Dintel 451
En el país de Montaigne (I) 455
Hacia la torre de Montaigne 459
Personaje preferido: Montaigne 463
Apología mínima de Raymundo Sebond 467
En la torre de Montaigne 471
En el país de Montaigne (II) 481
Cultivemos nuestros jardines: hacia las sentencias 487
Las sentencias de la Torre 489
Muestras 495
Cadena montañesca 499
Las conjeturas y los fuegos 507
Algunas ediciones en francés 515
ALGUNAS REFERENCIAS SOBRE MONTAIGNE EN CASTELLANO
I. Los ensayos 519
II. El Diario 523
III. Algunos libros y ensayos en publicaciones periódicas sobre Montaigne en España y América 525
PUBLICACIONES PERIÓDICAS
IV. Algunas traducciones a otros idiomas 527
V. Publicaciones especializadas 529 [free_reading] => PRÓLOGO La vida profunda y serena de M:)guel Eyquem López hace claro remanso en un siglo francés cuyos días pasaron turbulentos: el XVI de las guerras de Reforma y de ks tres En-riques ... El 10 de diciembre de 1520, Martín Lutero enciende la hoguera de Wittemberg y quema solemnemente la bula papal Exsurge Domine, que lo expulsa de la iglesia católica ... En la noche del 24 de agosto de 1572, las campanas de Saint Germain l'Auxerrois dan la señal para que comience en París la matanza de la San Bartolomé ... El 1° de agosto de 1589 culmina una larga serie de asesinatos políticos con la muerte de Enrique III, a manos del monje dominico Santiago Clemente ... EL BISABUELO Ramón Eyquem, mercader perigordino enriquecido en el comercio de los vinos, las salazones y el pastel de hígado de ganso, adquirió el año de 1477 por la suma de novecientos francos las tierras nobiliarias que más tarde permitirían a su bisnieto Miguel abandonar para siempre el apellido familiar, y llamarse señor de Montaigne, borrando así el último recuerdo de su origen plebeyo. Origen que le fue recordado en mala hora por el filólogo Escalígero: "Tu padre fue un vendedor de arenques salados". EL ABUELO También de nombre Ramón y también comerciante. Pero inaugura en la familia el desempeño de los cargos públicos: es electo jurado de Burdeos. Sus hijas se casan con magistrados; de sus tres hijos varones, uno se hace eclesiástico, otro abogado y otro consejero del Parlamento. La familia se eleva pues a la nobleza de toga. Y la riqueza aumenta gracias a la buena administración de las tierras de Montaigne y del comercio bordelés. EL PADRE Pedro Eyquem da los pasos definitivos. Vive como un verdadero señor y toma parte, con toda la nobleza de Francia, en las aventuradas guerras de Italia. De vuelta a su país, redondea el patrimonio familiar mediante un matrimonio ventajoso. Sabe ganarte la estima de sus paisanos que lo eligen sucesivamente, entre 1530 y 1554, primer jurado, preboste, subalcalde, y más tarde alcalde de la gran ciudad de Burdeos. En este último año obtiene una licencia arzobispal para fortificar la posesión de Montaigne. Embellece la antigua morada, la convierte en un verdadero castillo, y edifica la torre del homenaje, redonda y puntiaguda, que van a inmortalizar los ocios reflexivos de su hijo. LA MADRE El ventajoso matrimonio de Pedro Eyquem fue con Antonieta de Louppes, rica heredera de los López, una familia de judíos españoles que se establecieron en Portugal y más tarde en Tolosa y en Burdeos. Obedeciendo a un recóndito espíritu de oposición, Antonieta, que procedía de conversos, abrazó la religión protestante aunque su marido era católico. Y los hijos de esta alianza tan Peligrosamente simbólica, siguieron por partes iguales al padre y a la madre. Para obviar dificultades, el joven Miguel hizo profesión de fe católica ante el Parlamento de París, el año de 1561. Y entre la madre y el hijo se abrió un abismo que ni la muerte pudo salvar. Los PRIMEROS AÑOS Miguel de Montaigne nació entre las once y las doce del día 28 de febrero de 1533. Fue sometido a uno de los más extraños y sorprendentes métodos de crianza y educación que puedan imaginarse. (Locke y Rousseau lo aplauden con entusiasmo). Pedro Eyquem llevó al hijo recién nacido a casa de unos campesinos, gente sencilla, pobre y por completo ignorante. Y allí pasó Miguel su primer año y medio de vida. Antes de que empezara a hablar, don Pedro lo puso en brazos de un preceptor alemán, experto en lengua latina, y lo condujo al hogar. Dio órdenes estrictas para que en presencia del niño no se hablara más que latín. Padre, madre y sirvientes se dedicaron al aprendizaje de la lengua clásica y al cabo de poco tiempo Miguel floreció en un vergel de rústicos latinistas. Sus primeras lecturas fueron Ovidio y Virgilio, Plauto y Terencio. Famosos hombres de letras, de visita en Montaigne, eludían con temor el diálogo con la criatura, cuyo principal pasatiempo consistía en corregir las declinaciones de sus interlocutores desprevenidos. LA ESCUELA Como el profesor alemán ya no tenía nada que enseñar al alumno, Pedro Eyquem dio su brazo a torcer y envió al chico a la escuela. El Colegio de Guyena era uno de los mejores de Francia, y allí fue a dar Miguel, a los diez años de su edad. Mala ocurrencia: en tres años de aula se corrompieron su latín y su espíritu. Nada aprendió según propia confesión, nada, sino a darse cuenta de que el saber sólo se alcanza por esfuerzo individual, en solitaria dedicación. Pero guardará para siempre un grato recuerdo de las representaciones teatrales del colegio de Guyena: allí desempeñó los principales personajes en las tragedias latinas de Buchanan, de Guérente y de Muret, bajo la dirección de Andrés Goveano, quien lo tuvo por magistral comediante. Lejos de adherirse a la contemporánea opinión, Montaigne consagra al teatro algunas frases hermosas. "Es ejercicio que no he de vituperar en los hijos de casa acomodada; y he visto después que nuestros príncipes se entregaban a él en pernona, a ejemplo de algunos antiguos, honrosa y loablemente". . Los CARGOS PÚBLICOS No hay pruebas, pero se supone con razón que Miguel de Montaigne estudió derecho en Tolosa, porque a los veintiún años de edad substituye a su padre como Consejero del Tribunal de Auxiliares de Périgueux. En 1557 este organismo jurídico es absorbido por el Parlamento de Burdeos, donde Montaigne conserva su cargo hasta el año de 1570, fecha en que vende el título de Consejero para entregarse de lleno a las letras. En 1581, y mientras se hallaba viajando por Italia, recibe el nombramiento de Alcalde de Burdeos y lo desempeña durante cuatro años, ya que es reelegido en 1583. Los HECHOS DE ARMAS Presionado por inmediatos peligros, Montaigne empuña las armas con desgana, más bien, se limita a figurar en los séquitos reales. Así lo hallamos en el rescate de Ruán, en las llanuras de Sainte Hermine, al lado del duque de Montpen-sier, y en el sitio de la Fére. Organiza la defensa de Burdeos ante un ataque probable y en 1588 va a Chartres y a Ruán, acompañando a Enrique III que huye de París. Vuelve luego a la capital, donde es hecho prisionero y conducido a la Bastilla. Pocas horas después obtiene su libertad mediante la intervención de Catalina de Médkis y del duque de Guisa. En octubre del mismo año asiste a los Estados Generales que el rey fugitivo convoca en Blois. Desde 1571, Montaigne había sido nombrado por Carlos IX Caballero de la Orden de San Miguel y Gentilhombre Ordinario de la Cámara Real. EL MATRIMONIO En 1565 Montaigne contrae matrimonio con Francisca de la Chassaigne, hija de uno de sus compañeros parlamentarios, que ajorca una dote de siete mil libras turnesas al creciente patrimonio familiar. Nacen seis hijas, pero cinco mueren prematuras. Esta desdicha, unida a la carencia de un heredero masculino que encarne los afanes nobiliarios, oscurece el matrimonio de Montaigne y lo convierte en una de las uniones más distanciadas y frías que registra la historia de la convivencia humana. "Esposa mía, bien sabéis que yo no soy uno de esos hombres galantes que ahora se estilan, capaces de seguir cortejando y halagando a su mujer ..." (Carta de Montaigne a su esposa, fechada en París el 10 de septiembre de 1570). RAYMUNDO SABUNDE Llamado también Sebón, Sebeide, Sabonde o de Sebonde. Todo lo que sabemos de él es que fue español y catalán, que ejerció medicina y teología, que enseñó en Tolosa (donde murió en 1432) y que don Pedro Eyquem tuvo por él una admiración enorme y maniática. Tanta, que encomendó a su hijo la traducción de la Teología naturalis, una vasta lucubración filosófica y científica, de cuyas páginas intrincadas se despeja una verdad necesaria y secular. Publicada en 1569, esta obra de traductor señala la aparición de Montaigne como hombre de letras. Debe destacarse ahora la importancia que en aquel siglo revuelto tenía un libro semejante. Sin duda alguna, Montaigne lo consideró como un llamado al orden, como una tregua mental para la contienda religiosa. Porque las páginas de Sabunde, más que al intangible orden divino, se refieren a la perentoria concordia entre los hombres. Para subrayar esto último, Montaigne dedicó al filósofo español el Capítulo XII del Segundo libro de sus Ensayos, que rompe la armonía de la obra y que se extiende en más de doscientas páginas de concienzuda apología. Este capítulo, criticado por Gide pero alabado por serios especialistas, ofrece a la cultura universal uno de los más tempranos y profundos intentos de "antropología filosófica' en el sentido propuesto últimamente por Scheler, Cassirer y Groethuysen. ESTEBAN DE IA EOÉT1E Otro afecto desmedido, pero éste sí profundo, humano y personal. Montaigne conoció a La Boétie en 1559, y durante cuatro años se vio, por así decirlo, reflejado en un claro y fraternal espejo. La temprana muerte del amigo ensombreció para siempre la vida de Montaigne, a cuyo afectuoso cuidado deben las obras de La Boétie -breves opúsculos y treinta y nueve sonetos- haber salido a la luz pública en 1570. Fue tan profunda la influencia mutua de los dos amigos, y tan cordial y continuo su trato, que algún comentarista ha pensado que Montaigne emprendió la redacción de sus ensayos a manera de solitario coloquio que trataba de suplir la conversación interrumpida. Lo cierto es que el recuerdo de Esteban de La Boétie arranca al corazón y a la pluma del superviviente los mejores acentos humanos. Y las páginas que refieren los últimos momentos del amigo desaparecido tienen el eco de aquellas otras inmortales que San Agustín dedicó a la muerte de su inseparable Atiplo. MARÍA DE GOURNAY LE JARS Muy tarde ya, a los cincuenta y seis años cumplidos, Miguel de Montaigne encuentra en París a María de Gournay, inteligente y joven admiradora de los Ensayos. Entre ambos se establece una amistad amorosa que colorea de afecto, de sueño y de pasión los últimos años del filósofo solitario. "He experimentado grande satisfacción haciendo públicas en diversas circunstancias, las esperanzas que me inspira María de Gournay le Jars, mi hija adoptiva, amada con afecto más que paternal. Envuelta en mi soledad y retiro, la considero como una de las mejores prendas de mí ser. Nadie más que ella existe en el mundo para mí". Ignoramos si entre maestro y discípula hubo más íntima y estricta correspondencia; lo cierto es que María Gournay preparó con dedicación amorosa la edición monumental y póstuma de los Ensayos, ayudada por la madre, la esposa y la hija de Montaigne, que le proporcionaron los ejemplares de ediciones anteriores, corregidos y aumentados por la mano del filósofo, y las notas y manuscritos que quedo4on en su estudio. Y las semanas en que la señorita le Jars alojó al maestro en su castillo de Picardía, cuentan como los mejores días terrenales de Miguel de Montaigne. LA PESTE Como si los males de la persecución y la guerra fueran pocos -Montaigne tuvo varias veces al enemigo a las puertas de su casa-, la peste estalló en Burdeos, diezmando la población de la ciudad y sus alrededores. La familia huye de un lado a otro el año de 1585, y cuando la peste ha ganado toda la región, Montaigne decide instalarse otra vez en su casa y aguardar lo que venga. Allí ve morir a muchos de sus amigos y servidores. El espectáculo de la muerte cotidiana hiere su espíritu pero no le hace abandonar su firmeza habitual; no embota siquiera ese leve y agudo punto de ironía que acendra el sabor de casi todos sus ensayos. "... Aquél, todavía sano, cavaba ya su fosa; otros tendíanse en ella, aún vivos; y uno de mis jornaleros con sus manos y pies se echaba tierra encima, ya moribundo. ¿Sería para abrigarse y dormir más a gusto? LA TORRE En el tercer piso de la torre construida por su padre, Montaigne instaló su biblioteca. Allí pasó los años que en realidad fueron suyos, en soledad absoluta y con libros dispuestos en una estantería circular. En las vigas del techo mandó pintar sentencias latinas: aquellas que le servían para dirigir y concentrar su pensamiento. Comenzó a redactar sus ensayos en 1572, el año funesto de la San Bartolomé, influido sin duda alguna por la lectura de Plutarco, cuyas Vidas y Obras morales acababan de ser traducidas y publicadas por el humanista Santiago Amyot. En el catálogo de la biblioteca de Montaigne hay que destacar inmediatamente a Séneca, Cornelio Nepote, Salustio, Suetonio y Julio César; los libros de Memorias como el de DuBellay, y los de historia, como el de Guicciardini; Cicerón y Jenofonte presidían a los moralistas. Pero los poetas eran predilectos: Virgilio en primer término, y luego Lucano, Ovidio, Marcial, Lucrecio y Terencio entre los clásicos; Ariosto, Boccacio, Petrarca y Ron-sard, señalan sus inclinaciones "modernas". "... Veo abajo el jardín, el corral, el patio y la mayor parte de las dependencias de la casa. Allí hojeo un libro, luego otro, sin orden ni propósito, al azar. Ya divago, ya anoto y dicto, paseando, los sueños que aquí veis ..." Los ENSAYOS Los sueños que aquí veis constituyen una de las obras más ricas y complejas de la literatura universal. Los Ensayos de Montaigne no son, en sentido estricto, ni memorias, ni historia, ni filosofía, ni confesiones, ni apuntes para un libro futuro. Son sencillamente el retrato cultural de un hombre que dándose a conocer a los demás, trata de conocerse a sí mismo desde todos los ángulos posibles, y que continuamente agrega datos y fichas para la composición de su enciclopedia personal: la de lo vivido y aprendido; la que resume la experiencia del espíritu intemporal y la del cuerpo pasajero. Esto es, vida y cultura, ideas y sensaciones, deleites y dolores anímicos y físicos. Y el anecdotario también, desde griegos y romanos hasta los gascones sus vecinos y contemporáneos. A la pregunta agustiniana de qué es y qué puede un hombre, Montaigne contesta: "Yo soy la materia de mi libro". Y lo que brota de las páginas es una de las figuras humanas más completas, contradictorias y vivientes que se hayan pintado jamás. ¿QUÉ QUIERE DECIR ENSAYOS? Cuando Enrique de Navarra pasó dos días en el castillo de Montaigne, quiso dar a su anfitrión una prueba de confianza, y se negó a que los manjares fueran "ensayados" en la mesa. Justo Lipsio, amigo y corresponsal de Montaigne, piensa que "ensayo" corresponde con exactitud a la palabra latina gustus, esto es, la prueba que el gentilhombre de cámara hace a la vista del rey para demostrar la inocuidad de los alimentos que van a servirse. Por su parte, Montaigne nos ofrece estos dos curiosos empleos de la palabra que se ha hecho insustituible para designar el género literario que él inaugura: "Todo este mamotreto que emborrono, no es más que el registro de los ensayos de mi vida". (Ensayos, III, "Si mi alma pudiera tomar forma y pie, yo me decidiría en vez de ensayarme. Pero siempre está en prueba y aprendizaje". (Ensayos, III, Éste es el sentido original del famoso vocablo, y no el que suele dársele algunas veces: intento, tentativa. Antoine de Laval, por ejemplo, pensó en la modestia de Montaigne, que hacía "escarceos" de escritor. Más cerca de la verdad estuvo el traductor inédito don Diego de Cisneros, que puso al primer libro de los Ensayos este título frondoso: "Experiencias y varios discursos de Miguel Señor de Montaña". Lo que Montaigne hacía en realidad, era ensayar continuamente el metal de su alma contra los más variados temas, tal como las puntas de oro de diversos quilates se prueban contra la piedra de toque. EL ESPÍRITU CONFESIONAL Hay un linaje de espíritus que no pueden irse de este mundo sin dejar su testimonio escrito. Son los encargados de denunciar al hombre frente al hombre mismo, para revelarle otra vez su grandeza y su miseria. Tal parece que en ellos la experiencia humana se deposita en una sola conciencia desmesurada y lúcida. Montaigne nos dice al principio de su libro que sólo le concede un valor privado y familiar. Quiere sencillamente que sus parientes lo "conozcan" tal como es. Con esta declaración inicia su larga confidencia a los lectores, desde el rey para abajo. Y desde el rey para abajo, los contemporáneos de Montaigne estaban empeñados en una obra de destrucción. Nada mejor que poner ante los ojos de esos desaforados la imagen de un hombre: la cosa que destruyen. EL ESCÉPTICO ¿Montaigne escéptico? Ésta es la etiqueta que más le conviene, según el juicio de muchos comentadores superficiales. Pero en realidad, sólo manifiesta su escepticismo ante los rótulos con que el hombre trata de ocultar su verdadera identidad. Por un azar de los tiempos, a él le tocó presenciar uno de los crímenes más nefandos que se han cometido contra la libertad interior de cada hombre: las guerras de religión. Y por otro azar geográfico se encontró toda su vida en el centro mismo de la refriega. Más todavía: vio a su propia familia dividida en la controversia religiosa, a las aldeas comarcanas arrasadas y a sus habitantes pasados a cuchillo. En uno y otro bando había verdugos e inocentes. Aldeanos y príncipes asesinos que sólo ponían atención en la etiqueta, en el distintivo enemigo. Y Montaigne no pudo por menos de sonreír con amargo escepticismo ante la mascarada sangrienta de los ejércitos de hombres disfrazados de héroes. Porque él creía en el hombre a secas. EL ESTOICO Al leer ciertos pasajes de los Ensayos no puede evitarse el recuerdo, a veces acentuado por las citas, de Séneca, de Marco Aurelio y de Boecio. A pocos hombres se les ha ofrecido un espectáculo más adecuado para meditar acerca de la vanidad de los afanes humanos: guerra, crímenes y peste. Y a esto debe añadirse la enfermedad personal, que fue para Montaigne un tema predilecto de meditación y de estudio. A los cuarenta y cuatro años se vio acometido por la dolencia que heredó de su padre: el mal de piedra, los cálculos en la vejiga. El relato de sus molestias cotidianas y de las grandes crisis periódicas de sus cólicos son un hermoso ejemplo de estoicismo, de tranquila aceptación de las miserias humanas. Pero Montaigne no dejó nunca crecer su desencanto ni cultivó la flor del resentimiento. A pesar de su natural más bien retraído y melancólico, sus apuntes abundan en muestras de amor por los demás, y la pura alegría de vivir se abre paso en todas sus páginas. Su insaciable curiosidad no sólo lo llevó a recorrer páginas de libros: los años de 1580 y 1581 lo hallan viajando por Italia, Suiza y Alemania, en busca de la salud, el regocijo, y sobre todo de la diversa, y para él unitaria, imagen del hombre. Un Diario de Viaje ha conservado para nosotros sus agudas observaciones de turista. EL PROBLEMA DEL YO Es muy fácil reprochar a Montaigne su ¿narcisismo, egolatría o exhibicionismo moral? Ya lo hizo, previsiblemente, Blas Pascal. A decir verdad, es muy difícil apartar de un proyecto semejante al de los Ensayos cierta idea de anormalidad, de hipertrofia del yo. No son pocos los que le han censurado esa malsana complacencia, ese íntimo regodeo en la propia personalidad, ese prurito de darse a conocer, ese temor patológico de pasar inadvertido o de ser mal interpretado. Lo mejor en este caso es dar razones artísticas que todo lo justifiquen. Pero no hace falta, y menos tratándose de Montaigne, que nunca se preocupó por escribir "artísticamente". La exaltación del yo, en su caro, es una imperiosa necesidad. Cuando el ser individual se pierde en la muchedumbre bestializada, hay que poner una lente de aumento sobre él para afirmarlo y destacarlo, porque a través de un yo auténtico, suele abrirse paso toda la humanidad. Y la moneda del espíritu abolido vuelve a circular, reluciente y valiosa, acuñada por el hombre que se encuentra y se conoce a sí mismo. Nada mejor que el minucioso y lento microscopio ensayístico para aplicarlo a la enorme minucia que suele ser, casi siempre, un hombre. Y el yo de Montaigne, minúsculo y cosmogónico, sabe responder por todos nosotros cuando lo interrogamos con la debida atención. EL ESTILO "Por lo demás, mi lenguaje nada tiene de fácil ni de pulido; es rudo y desdeñoso y sus formas son libres y desordenadas. Lo prefiero así, y no por raciocinio sino por inclinación ..." Observaciones como ésta son frecuentes en los Ensayos. Desde un principio, Montaigne renunció de plano a cualquier lenguaje literario, para no entorpecer en lo más mínimo el curso natural de su pensamiento y manifestar la índole de su espíritu en forma clara y familiar. Esto tuvo como consecuencia el hecho de que Montaigne, lejos de ofrecernos el espectáculo de una anticuada prosa francesa, nos haga llegar a las fuentes vivas del idioma, allí donde el genio popular labra expresiones a su imagen y semejanza, y crea un lenguaje nacional. Vigorosa y cargada de hálitos campestres, la prosa de Montaigne transcurre en rápidos y gráciles periodos, salpicada de fieles regionalismos y henchida frecuentemente por las aguas de un lirismo amplio y emocionante, que recuerda los pasajes de la más pura latinidad. En vez de sentarse a escribir, Montaigne va y viene por su biblioteca, dictando mientras camina, la desordenada prosa oral de sus Ensayos. LA HERENCIA DE MONTAIGNE De las páginas de los Ensayos brota una lección de concordia universal, apoyada en la tolerancia. Enemigo de toda coacción moral y de cualquier forma de represión violenta, Montaigne aparece en su siglo cada vez más solitario y más grande, inaugurando el ejercicio de un ideal que sigue siendo nuestro porque no hemos acabado de convertirlo en realidad: el de la convivencia pacífica. Mirando más allá de sus fronteras nacionales, reconoció como prójimos a todos los hombres, a los orientales lejanos, a los salvajes de África y a los recientes pueblos de América. Si se recogen y se organizan sus ideas políticas, Montaigne resulta ser el primer ideólogo de lo que ahora llamamos liberalismo. La más moderna pedagogía acoge sus razonamientos en materia de educación infantil, y como descriptor y exegeta de los más oscuros procesos de la conciencia, se nos aparece como uno de los fundadores de la psicología y de la literatura de hoy. Entre muchas otras, le caben dos glorias más: condenó por inútil y degradante la tortura judicial, y fue el increíble primer hombre que argumentó seriamente contra todas las formas de la crueldad humana. Poco ferviente en materia de religión, le fue otorgada, sin embargo, una muerte solemne: rindió el espíritu a media misa y en el castillo de Montaigne, el día 13 de septiembre de 1592, cuando el oficiante cumplía el rito de la elevación. Negándose a tornar partido en una hora de confusiones, Miguel de Montaigne quiso dejarnos, estampada en una medalla de cobre, la imagen de su espíritu igualitario y sereno: una balanza con los dos platillos en equilibrio y la aguja en el fiel. Al pie, estas palabras griegas: "Yo me abstengo". [group_price] => Array ( ) [group_price_changed] => 0 [media_gallery] => Array ( [images] => Array ( ) [values] => Array ( ) ) [tier_price] => Array ( ) [tier_price_changed] => 0 [stock_item (Mage_CatalogInventory_Model_Stock_Item)] => Array ( [item_id] => 4361 [product_id] => 2455 [stock_id] => 1 [qty] => 15.0000 [min_qty] => 0.0000 [use_config_min_qty] => 1 [is_qty_decimal] => 0 [backorders] => 0 [use_config_backorders] => 1 [min_sale_qty] => 1.0000 [use_config_min_sale_qty] => 1 [max_sale_qty] => 0.0000 [use_config_max_sale_qty] => 1 [is_in_stock] => 1 [use_config_notify_stock_qty] => 1 [manage_stock] => 1 [use_config_manage_stock] => 1 [stock_status_changed_auto] => 0 [use_config_qty_increments] => 1 [qty_increments] => 0.0000 [use_config_enable_qty_inc] => 1 [enable_qty_increments] => 0 [is_decimal_divided] => 0 [type_id] => simple [stock_status_changed_automatically] => 0 [use_config_enable_qty_increments] => 1 [product_name] => Ensayos escogidos [store_id] => 1 [product_type_id] => simple [product_status_changed] => 1 ) [is_in_stock] => 1 [is_salable] => 1 [website_ids] => Array ( [0] => 1 ) [request_path] => ensayos-escogidos-9786070222283-libro.html [url] => http://www.libros.unam.mx/ensayos-escogidos-9786070222283-libro.html [final_price] => 147.0000 ) 1
Ensayos escogidos
MXN
$210
0